No pidas pruebas al amor. Confía.
No exijas tocar la sangre
para vivir la entrega.
Ante ti se abren
la seguridad y el riesgo.
Tú arriesga.
La fe no entiende
de garantías o evidencias.
Es semilla que arraiga
en la búsqueda de lo cierto
y en combate por lo justo.
Es un grito que nos lleva
más allá de la prudencia.
Es la compasión
que ha vencido al egoísmo.
La ternura sin cadenas.
No pretendas aferrar
al que vive para siempre.
Escucha la voz,
que, dentro,
te dice que está aquí,
contigo, ahora.
José María Rodríguez Olaizola, sj
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