Cuando te miro, buen Jesús, advierto

en Ti el amor del más querido amigo,

y siento que, al amarte yo, consigo

el mayor galardón, el bien más cierto.

Este amor tuyo –bien lo sé– produce

sufrimiento y exige gran coraje:

mas a tu Gloria, en este duro viaje,

solo el camino del dolor conduce.

Feliz en el dolor mi alma se siente;

la Cruz es mi alegría, no mi pena;

es gracia tuya que mi vida llena

y me une a Ti, Señor, estrechamente.

Déjame, mi Señor, en este frío

y en esta soledad, que no me aterra;

a nadie necesito ya en la tierra

en tanto que Tú estés al lado mío.

¡Quédate, mi Jesús! Que, en mi desgracia,

jamás el corazón llore tu ausencia;

que todo lo hace fácil tu presencia

y todo lo embelleces con tu gracia!

Escrito por San Tito Brandsma el 13 de Febrero de 1942 en la cárcel de Scheveningen

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