Le confiaste tu sueño
coser la tierra y el cielo
Ella prestó sus entrañas
su pulso fértil, su cuerpo.
Tejió con la piel de un niño
un nido de amor tan prieto
que aún sostiene este mundo
su sí temblando de miedo.
Un sí donde lo más alto
quiso hacerse muy pequeño,
la fragilidad humana
se hizo cuna de lo eterno.
Ella acertó a decir cómo
y te dejó hacer el resto.
Ella dijo hágase en mí
y se concibió el misterio
al entregarse tu Espíritu
tu carne como alimento
tu gloria que se hace vida
en todo seno materno.