Quien no se lanza mar adentro
nada sabe del azul profundo del agua,
ni del hervor de las aguas que bullen;
nada sabe de las noches tranquilas
cuando el navío avanza dejando
una estela de silencio;
nada sabe de la alegría
de quedarse sin amarras,
apoyado sólo en Dios,
más seguro que el mismo océano.
Desventurado aquel que se queda en la orilla
y pone toda su esperanza en tierra firme,
la de los hombres razonables,
calculadores,
seguros de sí mismos,
que se imaginan ricos y están desnudos,
que creen construir para siempre
y sólo amontonan ruinas
que siempre les acusarán
Pierre Lyonnet S.J.