“Gracias Señor, por tus misericordias

que me cercan en número mayor

que las arenas de los anchos mares

y que los rayos de la luz del sol.

Porque yo no existía y me creaste,

porque me amaste sin amarte yo,

porque antes de nacer me redimiste,

¡Gracias, Señor!

Porque bastaba para redimirme un suspiro

una lágrima de amor,

y me quisiste dar toda tu Sangre.

¡Gracias, gracias, Señor!

Porque me diste a tu Bendita Madre

y te dejaste abrir el Corazón

para que en él hiciese yo mi nido.

¡Gracias, gracias, Señor!

Porque yo te dejé y Tú me buscaste

porque yo desprecié tu dulce voz

y tu no despreciaste mis miserias.

¡Gracias, Señor!

Porque arrojaste todos mis pecados

en el profundo abismo de tu amor

y no te quedó de ellos ni el recuerdo.

¡Gracias, Señor!

Por todas estas cosas y por tantas

que sólo conocemos nada más Tú y yo

y no pueden decirse con palabras.

¡Gracias, gracias, Señor!

¿Qué te daré por tanto beneficios?

¿Cómo podré pagarte tanto amor?

Nada tengo, Señor, y nada puedo,

más quisiera desde hoy

que cada instante de mi pobre vida,

cada latido de mi corazón,

cada palabra, cada pensamiento,

cada paso que doy

sean como un clamor que te repita

lleno de inmensa gratitud y amor

gracias, Señor, por tus misericordias

¡Gracias, gracias, Señor!”