Estabas como la estrella que nunca baila

de madrugada y haciendo guardia,

besando fuerte tus coordenadas.

Estabas como el latido que nunca para,

como la rosa que no se marcha

cuando el invierno sin luz se alarga.

Estabas como la Madre de Dios,

estabas como la nana que susurrabas

y nunca para.

A la hora de la espada,

cuando el miedo nos alcanza,

una Madre y un madero,

con su Niño cara a cara,

con sus lágrimas le abra,

y otro fiat se levanta

cuando cruzan las miradas.

A la hora de la espada,

cuando el cielo nos araña

y se borran tantas huellas

en la orilla de la playa,

tu silencio y tu presencia

dicen más que mil palabras

porque estar como tú estabas

es el verbo del que ama.

Estabas como un coral en el rompeolas,

llena de vida, latiendo toda,

coloreando de amor la roca.

Estabas como la esclava que se enamora,

como la niña que juega sola

cuando su Pare se esconde, y llora.

Estabas como la Madre de Dios,

estabas como la nana que susurrabas

y nunca para.

A la hora de la espada,

cuando el miedo nos alcanza,

una Madre y un madero,

con su Niño cara a cara,

con sus lágrimas le abra,

y otro fiat se levanta

cuando cruzan las miradas.

A la hora de la espada,

cuando el cielo nos araña

y se borran tantas huellas

en la orilla de la playa,

tu silencio y tu presencia

dicen más que mil palabras

porque estar como tú estabas

es el verbo del que ama,

es el verbo del que ama…

Estar como tú estabas.